Un erasmus en plena pandemia
Mi experiencia Erasmus durante la pandemia
Experiencia
El 14 de febrero, día de los enamorados, comenzaba mi aventura, Perugia, una ciudad justo en el centro de Italia, me esperaba con los brazos abiertos, aunque aún no sabía la que se venia encima. Era la primera vez que cogía un avión y el viaje no iba a ser fácil; primera parada: Pisa, y aunque parece muy lejano ya a mediados de febrero me midieron la temperatura por un virus desconocido que había, en ese momento, solo en China, pero podría llegar fácilmente a Europa. Tras 3 horas de autobús llegue a la ciudad que me acogería durante 5 meses, era de noche y yo estaba bastante perdida al no hablar nada de italiano, al final acabe subida en el “minimetro”, un pequeño tren que va por sobrevolando los edificios y que conecta toda Perugia, ya que la ciudad se encuentra en una montaña y tiene muchas subidas y bajadas.
Los primeros días en la ciudad fueron inolvidables, la gente que está de Erasmus es muy sociable, te ayuda en seguida y te hace sentir como en casa apenas haberlos conocido. En lo que respecta a las clases tuve la suerte de ir con otra española, Claudia, por lo que nos ayudábamos entre las dos, además de que la mayoría de los profesores nos intentaban ayudar con el idioma. Lo que más difícil se nos hizo fue encontrar las clases, ya que es un campus muy amplio y teníamos clases en diferentes facultades.
Tras dos semanas y media inolvidables y en las que poco a poco el virus conocido como Coronavirus iba avanzando más y más por tierras italianas, el 5 de marzo el gobierno italiano decidió suspender las clases presenciales, muchos estudiantes se volvieron a España, que por entonces el virus todavía no había hecho su aparición, y otros como yo decidimos quedarnos en Italia, esperando que el virus se fuera en pocos días. Las autoridades italianas nos decían que hiciéramos vida normal pero con cautela.
El día 9 de marzo, una fecha que nunca olvidaré, ese día no estaba en mi casa, un grupo de amigos de diversas nacionalidades nos juntamos para hacer una “pequeña fiesta”, ninguno de nosotros sabíamos que esa noche el país iba a cerrar fronteras con España y a imponer el estado de alarma en todo el país. Cuarentena de dos semanas para todos nosotros, no podíamos salir de casa y lo que más nos afecto: no podíamos salir del país por ninguna vía, España había cerrado sus fronteras con Italia, mientras que Italia dio un plazo de 5 días para aquellas personas que quisieran salir a otros países, muchas de las personas de otras nacionalidades que estaban en esa “pequeña fiesta” se volvieron a sus países, mientras que los españoles no podíamos volver. Cuando nos comunicaron la noticia a todos los que estábamos en el piso nos cayó como una jarra de agua fría, el saber que esa noche iba a ser la última de todos juntos hasta dentro de mucho tiempo... Creo que fue la primera vez que sentí un poco de ansiedad, me sentía encerrada y sola; a mi alrededor también vi ese sentimientos en mis amigos, caras de angustia, de incertidumbre y de querer volver a nuestro país. Al día siguiente, a las 8 de la mañana, ya estábamos casi todos en el supermercado más grande de Perugia haciendo la compra para la cuarentena, pero ni a primera hora encontraríamos leche.
Empezaría una cuarentena total que se alargaría hasta principios de mayo, no se podía salir a la calle salvo para ir a la farmacia o a comprar. 57 días confinados totalmente en nuestras casas, donde lo único que podíamos hacer era asomarnos al balcón, si es que disponías de ese maravilloso lujo, pero al menos no estaba sola del todo, tenía a Anxela, ella también estaba de Erasmus, estudiaba químicas y era de Galicia. Las medidas en Italia no es que fuesen las más extremas, ya que a diferencia de España, si que se podía salir a hacer deporte durante toda la cuarentena, pero te expones más al contagio y la verdad es que con ir a comprar ya tenía demasiada aventura. Encontrar mascarillas fue casi imposible hasta mayo y el ver como cancelaban todos los vuelos y ferris era una tortura para todos los que queríamos volver a nuestras casas.
Salir de Italia fue una larga batalla, casi imposible. Quien nos diría que en pleno 2020 nos podríamos quedar atrapados en un país, las aerolíneas totalmente paralizadas y el sacar un billete de avión casi una batalla perdida, ya que acaban cancelándolos a los pocos días. Pero todavía quedaba una vía de salida, un avión que si salía de Italia y podría llegar a Madrid, pero claro no iba a ser fácil. 4 trenes, 3 países, 2 aviones y casi 40 horas de viaje.
VUELTA A CASA
El día 16 de mayo a las 9:30 abandonaba mi piso, ese piso que había sido mi refugio durante todo el confinamiento. Pasé más tiempo entre las cuatro paredes de mi habitación que descubriendo lo preciosa que es Italia. El taxi nos recogió a mi y a Anxela en la puerta del edificio y nos llevó a la estación de Fontibelle. Cuando nos bajamos del taxi descubrimos los primero cambios que traería el viajar en época de coronavirus: controles policiales en las puertas de las estaciones. Estuvimos retenidas más de 10 minutos mientras los policías hacían fotos a nuestros DNI y comprobaban que la “autoautorización” estuviera perfectamente, porque sí, tuve que rellenar un papel dando mi consentimiento de moverme por el país. Justo en ese momento descubrí que el viaje no iba a ser muy bonito con tanta escalera y mi maleta, que finalmente pesaba más de 26 kilos y la mochila que llegaba a 9 kilos, pero todo tiene su parte buena, descubrí que sigue existiendo gente muy buena, un policía muy majo me ayudo a subir las primeras escaleras. Y allí cogimos el primer tren, primero porque quedaban 3 más. Los dos primeros eran para llegar a Roma, en el que uno era el trasbordo de unos 7 minutos, donde mi maleta volvió a molestar, más escaleras y otro Italiano muy simpático que me ayudó.
Llegamos a Roma Termini, la estación de tren, con toda la tranquilidad del mundo, comimos y esperábamos a el famoso tren que pasaba cada 30 min desde Termini al aeropuerto de Fiumichino, donde teníamos que hacer un transbordo mínimo. Pues el coronavirus volvió aparecer, porque ese tren fue cancelado y había que coger el metro. Termini es un laberinto de normal, pero en estado de alarma es mucho peor. Solo se podía andar hacia un sentido y si te pasas tu salida tienes que dar toda la vuelta. No llegábamos al metro, no llegábamos al tren y no sabíamos si había más. Tras muchas vueltas para encontrar el metro, nuestra parada y bajar y subir muchas escaleras con las maletas, llegamos a otra estación de tren nueva. Desde aquí se ve muy fácil, pero las indicaciones estaban muy mal, llegamos a tardar 1 hora y si durante todo lo el tiempo que llevaba viviendo en Italia hacia frio, ese día hacía más de 30 grados y mucho bochorno, eso hay que sumarlo al agobio que teníamos, al agobio de las mascarillas y guantes, y al agobio de que íbamos prendas de ropa muy abrigadas.
Cogimos ese tren hacia el aeropuerto de Fiumichino, aunque tuvimos que esperar 30 minutos porque el primero se fue justo cuando llegamos. Parecía que ya estaba lo peor hecho ahora solo quedaban las maletas. Para mí fue una odisea, se suponía que yo había pagado por 23 kilos pero me pase tanto en la de mano como en la facturada, aunque al final no me cobraron nada.
Tras dos horas de vuelo llegué a mi segundo destino, Franckfurt, donde tenía que hacer una escala de 17 horas, de 20:00 a 13:15 de la mañana. Antes del viaje creía que sería la peor parte, pero entre series, películas y videollamadas se me pasó más rápido de lo que pensaba. Ya solo quedaba un vuelo, el vuelo que me llevaba a España con mi familia, aunque tampoco salieron las cosas bien, resulta que la aerolínea había duplicado mi asiento, por lo que dos personas tendríamos que estar sentadas en el mismo sitio, por los problemas nos regalaron estar en primera clase, aunque era igual que la clase turística.
A las 16:30 llegamos a Madrid, yo pensaba que ya estaba todo hecho, recogía mi maleta y me iba con mi padre que esperaba fuera, pero las cosas habían cambiado mucho durante la pandemia. Tan solo llegaron tres vuelos ese día en un tramo de 1 hora y el mio fue el último, casi 600 personas para 4 sanitarios que median la temperatura y te hacían una pequeña entrevista de por que viajabas a España. Más de 2 horas de pie haciendo cola en el Aeropuerto de Barajas que se hicieron eternas hasta que por fin recogí mi maleta y vi tras 4 meses a mi padre que me estaba esperando fuera. La emoción y las ganas de verle se apoderaron de mí y no pude evitar llorar. Tras 2 horas más de viaje llegué a Daimiel y me reencontré con mi madre y mi hermana, fue una de las mejores sensaciones que he sentido en mi vida.
Mi erasmus ya había finalizado, ahora solo quedaba hacer 14 días de cuarentena por prevención y prepararme para los exámenes en italiano, un idioma que debido a la situación no había aprendido. Esta experiencia me ha ayudado a valerme más por mi misma, a confiar en mí y a demostrarme que puedo superar situaciones tan complicadas como ha sido la pandemia.